No tengo ningún gusto por las tareas de casa. De hecho, las odio. Ser una diosa doméstica sólo significa repeticiones sin fin de los mismos coros futiles. No tiene ningún potencial seductor para mí. Aunque esa es la clave. Lo que yo veo como deslucidas obligaciones, se convierte en algo altamente ruborizante para un fetichista de la limpieza que siempre apreciará mis esfuerzos y mi conjunto.
Para mi propio entretenimiento, me puse los guantes de fregar amarillos y un diminuto delantal. Para estimular a mi audiencia agregué al conjunto mis tacones de “todo a cien” y un ajustado top. Puedo hacer que una tarea doméstica parezca sexy.
Creo que la popularidad de este fetiche está basada en los movimientos que las mujeres realizan cuando hacen las cosas por toda la casa. Cuando están a cuatro patas, frotando escaleras y suelos, el ritmo regular de sus caderas, alante y atrás, imitan la forma que pueden ofrecer cuando están teniendo sexo a lo grande. Cuando están quitando el polvo, ellas inevitablemente sacan sus culos, orgullosas. ¿Quién puede resistirse?
Fotos Daniel Bauer.