Un glosario de fetiches que se precie no puede prescindir del látex y toda su imaginería, así que llegados a este punto vi que ya era hora de hacer mi primera sesión con esta temática.
Al prepararlo todo me di cuenta de que hacía años que no compraba talco y a la que quise ponerme un poco, deseé no haberlo hecho – se puso todo perdido. Acabé con talco en el suelo, en las manos y mis zapatos. De todas formas funcionó y cuando por fin subí las bragas de látex por mis muslos hasta cubrir bien mi trasero, se ajustaron perfectamente.
El olor del látex era más fuerte de lo que había imaginado y me recordó a los viejos equipos de buceo o las clases de natación. El día después de la sesión recibí una llamada del fotógrafo diciéndome que sus dedos todavía olían a látex, a pesar de que había tocado mis bragas sólo un momento para ayudarme a ajustarlas. Su mujer sospechó algo lógicamente.
Lo más divertido de todo fue con el spray abrillantador que compré para sacar mejor partido a la prenda. Al principio me decepcionó un poco porque con el calor tenía que aplicarlo cada dos por tres. Enseguida entendí porque el látex es conocido como la segunda piel, porque con cada aplicación de abrillantador sentía frío, una suave caricia de frescor a través de las bragas de latex que me hacía estremecer. Así que cuando llegaba el calor de nuevo me entusiasmaba, porque con el látex ya mate sabía que se acercaba una nueva y refrescante aplicación y con ella una breve pero excitante sensación de placer sensual.
Fotos de Andrew O’Hara
[nggallery id=19]